Norte de Argentina - aprendiendo la libertad en los Andes

2019-11-10

Kate The Traveller

Argentina fue un viaje completamente no planeado. Una de esas veces, cuando un amigo te dice una tarde: ¡hay sitio libre! ¿Quieres venir con nosotros? No lo dudé ni un momento, y al día siguiente estaba ya en Buenos Aires. Esta vez no tuve que hacer nada: planificar, preocuparme o controlar hasta el último detalle. Viajábamos con un guía que se ocupó de todo. Me encanta preparar mis propios viajes. Suelo quedarme hasta tarde por la noche, leyendo guías, sitios web y buscando fotos de la región objetivo. Sin embargo, a veces un viaje así: cuando te sientas cómodamente en un automóvil y, como en mi caso, cuando no tienes ni idea de a dónde vas, tiene su dulce encanto de olvido y aventura. Recuerdas las imágenes y emociones evocadas por ello. Los detalles de la organización, los problemas logísticos y los posibles fallos, simplemente no te pertenecen.

Este fue mi primer viaje fuera de Europa y no sabía qué esperar. Con mi imaginación estimulada y una mente en blanco, estando en el avión, todavía antes de las típicas turbulencias de la zona costera atlántica de América del Sur, examiné brevemente el plan de viaje. Era el siguiente: 3 días en Buenos Aires, 14 días de viaje en automóvil por los Andes, regreso a la capital por una noche y el regreso. Es cuando me di cuenta de algo y comencé a preocuparme. ¿Quizás estoy en uno de estos viajes especializados, donde todo el grupo atraviesa las estrechas cuevas de las montañas, explora geológicamente el área o conquista picos de cuatro mil metros de altura? Las turbulencias, sin embargo, me hicieron olvidar las dudas y después de pasar unos días en Buenos Aires, nos fuimos al norte.

Después de aterrizar en la ciudad de Salta, después de un vuelo de 2,5 horas desde la capital, nos metimos todos en los coches todoterreno. Entonces pensé: serán largas estas dos semanas de mi vida, pero con los kilómetros recorridos en la salvaje región montañosa, me di cuenta de que lo que veía era absolutamente único. Para mí, la belleza de las formaciones geológicas en la región de Salta y Jujuy, en el noroeste de Argentina, fueron una experiencia fuera de este mundo. Además de la multitud de sensaciones visuales y el exótico choque de culturas, una cosa me llamó especialmente la atención – el inimaginable espacio – que nunca antes había experimentado en Europa. Acostumbrada a los paisajes de montaña, admiraba las áreas deshabitadas en muchos países diferentes, pero los de Argentina fueron una experiencia completamente diferente.

 

„ Recuerdo esta sensación cuando, mirando el horizonte, rodeada solo por el desierto, sentí que un peso se me estaba cayendo de encima. La carga de lo que traje conmigo, el apego a algo, las obligaciones hacia alguien, las preocupaciones y la alegría de antaño, desaparecieron de repente. Me sentí libre. Era una libertad sin fronteras y sin testigos. Por primera vez en mi vida, sentí una ligereza física y mental, y desde entonces la llevo dentro de mí. ”

 

Mis descubrimientos andinos:

 

1.Valles Calchaquíes

Los valles de Calchaquíes son una gran área montañosa, entrecruzada por numerosos valles, en las provincias de Salta, Jujuy, Catamarca y Tucumán. Geográficamente, se extienden desde las regiones desérticas del Altiplano en el norte, hasta los bosques subtropicales de su parte sur. Son conocidos por los contrastes del medio ambiente y la riqueza de sus formas geológicas. Aquí se encuentra la Quebrada de Las Conchas, el Valle del Obispo y el Parque Nacional Cordones, que describiré a continuación. Es una tierra escasamente habitada. Puedes viajar aquí durante días y no encontrar un alma viviente en el camino. En muchos tramos de carreteras existentes, las distancias entre los centros de civilización son significativas. En caso de avería del automóvil, si no tienes recursos alimenticios, un bote de gasolina adicional o neumáticos adicionales, eres abandonado a tu destino.

2.Salinas Grandes

Él salar es un espacio blanco y plano, que una vez fue un gran lago salado. Hoy, ya sin agua, es un depósito de sal utilizado por la población local del desierto. De pie en medio de esta mancha blanca, cegada por el sol deslumbrante, no sabía si estaba en la nieve, en el desierto o en la superficie endurecida de un gran mar. Esa nueva experiencia estimuló mi imaginación. Como un actor en el escenario del gran teatro del planeta, parada con una copa de champán regalada, ilusoriamente y, sin embargo, me sentí realmente especial.

3. La Cuesta del Obispo

Viniendo de Salta hacia Cachi, nos encontramos con un tramo de carretera extremadamente empinado y con muchas curvas. Incluso hoy en día, los vehículos todoterreno tienen algunas dificultades para llegar a la cima de este paso de montaña, que supera los 2.000 metros de altura. El camino ha existido desde la época colonial, cuando el viaje entre Salta y Cachi duraba 2 días, con una parada nocturna justo antes de La Cuesta del Obispo. Hoy en día, el viaje dura aproximadamente tres horas. Puedes admirar la magnífica carretera de asfalto, después de llegar a la cima de la colina, desde el mirador de La Piedra del Molino.

4. Parque nacional Los Cardones

En el camino de Salta a Cachi, después de La Cuesta del Obispo, conduces entre miles de cactus. Esta es la reserva del Parque Nacional Los Cordones, ubicada en una gran área de 64 hectáreas, a 3.000 metros sobre el nivel del mar. Incluye partes de montañas y valles planos atravesados por la carretera de asfalto – Recta del Tin Tin, gracias a la cual se puede explorar fácilmente el parque en coche. El nombre del parque proviene del cactus «cardón», que crece en abundancia en la meseta. Es su reclamo y escaparate. Con diez metros de altura, los cactus han servido a la población local durante siglos como reserva de agua y material de construcción. Hoy en día, los cactus se erigen como orgullosos monumentos, que protegen las inaccesibles montañas andinas, ocultando muchos secretos del inhabitado desierto.

5. Cerro de los Siete Colores, Purmamarca

Mirando la colina de los siete colores, esta única vez en mi vida, lamenté no haberme convertido en geólogo. Entonces podría comprender plenamente la complejidad de esta cordillera única, a la que pertenece esta colina. Me imaginé que algún día regresaría aquí, esta vez con un grupo de especialistas, disfrutando el fenómeno por más tiempo. La montaña parece ser una nube colorida, que una vez cayó del cielo. Un ojo experto verá aquí siete colores, como en el arco iris: rosa, blanco, marrón, morado, rojo, verde y amarillo. Cada uno de ellos corresponde a una capa geológica creada en una edad evolutiva diferente de la tierra. Los colores son visibles hoy fuera de la montaña, debido a movimientos tectónicos, ocurridos en él pasado. Los lugareños dicen que el mejor momento para ver la montaña es 45 minutos después del atardecer, cuando los colores se saturan al máximo, pero yo la admiraba al mediodía y ya no podría imaginar nada más hermoso. Purmamarca, un pueblo que se encuentra al pie de esta fabulosa colina, está equipado con una rica oferta turística para esta región desértica. Hay aquí cafeterías, tiendas con productos locales y guías disponibles para los turistas.

6. Río Calchaquí

El río Calchaquí comienza con una estrecha corriente que fluye desde la montaña sagrada de los Incas – Nevado de Acay. Mas adelante se transforma en un río, cambiando su nombre muchas veces junto con sus nuevos afluentes. Después de 3.000 kilómetros, al final de su largo viaje, desemboca con orgullo en el río La Plata para conectarse con el océano, en el eterno ciclo del agua de nuestro planeta.

La mayoría de los ríos en el norte de Argentina, tienen poca agua durante la estación seca y fresca del verano. En América del Sur, el período de abril a septiembre es el invierno austral. La situación cambia desde octubre, cuando las temperaturas suben, la nieve en los Andes se derrite y empieza a llover. El estrecho lecho del río Calchaquí se transforma en un río enorme y peligroso. Los nativos usan las fértiles cuencas fluviales y se instalan allí por un período limitado, pastando ganado y cultivando. En el período de inundación se trasladan a las montañas, respetando el ritmo anual de la naturaleza.

7. Quebrada de las Flechas

Al igual que otros países de gran tamaño, Argentina también tiene su camino icónico. La carretera 40 corta toda Argentina desde Bolivia en el norte, hasta Cabo Vírgenes en el sur y pasa a lo largo de los Andes. En su sección Cafayate – Cachi, entramos de repente entre las rocas irregulares. Las formaciones rocosas Quebrada de las Flechas, crecen directamente desde el subsuelo. Se colocan en ángulo y algunos alcanzan una altura de 20 metros.

8. El Anfiteatro, Quebrada De las Conchas

Cerca de la ciudad de Cafayate, se encuentra un hermoso valle de la Quebrada de las Conchas, con rocas rojo-marrón. El resultado de las rápidas transformaciones tectónicas fueron abismos y huecos, y la atracción más grande aquí es el anfiteatro de roca -El Anfiteatro-. Recibió su nombre debido a tener acústica única. Dentro de este abismo redondo, el oído humano captará claramente incluso un susurro. En el barranco a menudo, puedes encontrar los nativos que tocan instrumentos del desierto que resaltan el potencial sonoro, de este exquisito agujero en la montaña.

9. Momias Llullaillaco, Museo Arqueológico de la ciudad de Salta.

Ver a niños incas momificados de hace 500 años, fue una experiencia impactante para mí. Dos cosas contribuyeron a esta reacción: loa cuerpos fantásticamente preservados de tres niños y las circunstancias de su ofrenda.

Los cementerios incas en el volcán Llullaillaco, se conocen desde mediados del siglo XX. Muchos aventureros conquistaron la cima del volcán, e informaron sobre los hallazgos. En año 1999, una expedición de National Geographic con el fin de analizar la montaña, descubre los cadáveres momificados de tres niños. El Niño, La Niña del Rayo y La Doncella, son hijos no relacionados de familias de la élite inca, elegidos como sacrificio durante el ritual de Capac Cocha.

Ritual Capac Cocha

Esta fiesta anual se organizaba en la capital del imperio inca, para el dios Viracocha. Pueblos de todo el reino enviaban un niño a la ciudad de Cuzco, para que él y su escolta pudieran asistir a las festividades. Después de las ceremonias, la representación de la aldea regresaba a casa, y el elegido niño se ofrecía en la montaña sagrada, cerca de su lugar de residencia. La muerte venia sin dolor. Al niño le daban hojas de coca o chicha, y cuando dormía profundamente, le llevaban al pico de la montaña nevado y moria por congelación.

Seleccionados cuidadosamente para el ritual desde el nacimiento, El Niño, La Niña del Rayo y la Doncella, dormidos y enterrados en tumbas a una altitud de 6.739 m.s.n.m., parecen que no saben sobre su triste destino. Hoy, expuestos a la vista pública en el Museo Arqueológico de Salta, suscitan una fuerte controversia, en las tribus a las que pertenecen étnicamente, los niños momificados. En cada creencia, el cuerpo de una persona fallecida es sagrado y pertenece a la Tierra. Por supuesto, son unos de los muchos cadáveres momificados del mundo exhibidos en un museo. Sin embargo, los de Salta son únicos. La condición de su preservación debido a las condiciones específicas en la cima del volcán LLliaillaco hace que, al mirar sus rostros dormidos, la impresión es como si los niños estuvieran vivos. La polémica gira también en torno a los métodos de su conservación. Las cápsulas en las que se encuentran las momias, gracias a una ingeniería sofisticada, mantienen condiciones similares a las que se encuentran en un volcán. Sin embargo, los cuerpos de los niños en los últimos diez años han sufrido más daños, de lo que han tenido, estado en tumbas Inca, durante 500 años lejos de la civilización.

Las fotografías de las momias a continuación no son de mi autoría. Fuente: internet.

10. Los pueblos andinos

Mientras estaba en Buenos Aires, tuve la impresión de que no difería mucho de las grandes ciudades del sur de Europa. El clima, los colores y el estilo de vida callejero, lleno de dinamismo me recordaron a España. La arquitectura evocaba Madrid, y las personas con rasgos europeos y tonos de piel bronceados, tenían la misma costumbre de pasar el rato en la cafetería local durante horas, la misma forma de saludar, temas de conversación y estilo de vestir.

En Salta, para mi sorpresa, aparecieron rostros más exóticos y ropajes desconocidos para mí. Cuanto más nos adentramos en las zonas desérticas de los valles de Calchaquí, más nos encontramos con habitantes originarios de la zona. Se caracterizaban por una piel oscura, cabello negro, ojos rasgados, una figura redonda y fornida, así como caras llenas de arrugas, que reflejaban condiciones de vida difíciles y un espíritu duro. Los niños aquí se veían iguales a los momificados encontrados en Llullaillaco, que vivieron hace 500 años. A primera vista, en algunos lugares parecían como si el tiempo se hubiera detenido, en algún lugar del pasado distante. La vida aquí parecía estar de acuerdo con las leyes eternas: cuando las personas vienen al mundo y mueren de acuerdo con la naturaleza al ritmo de las estaciones cambiantes.

Caminando, muchas veces sola por los pequeños pueblos andinos, los ojos de esos lugareños exóticos, a menudo me midieron desagradablemente. Sus rostros reflejaban ira y resentimiento. Me sentí segura pero no deseada.

Los valles de Calchaquí han estado habitados durante siglos por los indios Diaguita. Los descendentes de esta antigua cultura precolombina, han estado involucrados en la agricultura, el pastoreo y la cerámica durante generaciones. Sus creencias están asociadas con el culto a la Madre Tierra y alguna vez tuvieron su propio idioma- el kakán- que ya no se usa en la actualidad. La tribu Calchaquí, ahora extinta, dio su nombre a los Valles Calchaquí. En el siglo XV, como resultado de la expansión del estado inca, los Diaguita fueron incorporados a las fronteras políticas del imperio. Durante la conquista española en América del Sur, fueron una de las comunidades que más tiempo defendió sus tierras. Más de diez años de guerras calchaquíes, terminaron en una brutal división tribal y deportación por parte de las tropas españolas, para destruir el oponente incómodo. La conquista y la esclavitud del trabajo contra los nativos, duraron en Argentina hasta el siglo XVIII. Argentina, después ganar la independencia como estado, aplicó una política de «invisibilidad» hacia las minorías étnicas indígenas. Solo recientemente, adaptándose a los estándares mundiales, aborda el tema de la igualdad para las tribus indias. Al comprender la turbulenta historia, de estos habitantes legítimos de Argentina, me vino a la mente un fenómeno similar, el de los indios en América del Norte. Este enojo ocultado sin éxito y aversión hacia mí, un turista blanco de Europa, despertó una profunda comprensión de las personas, que se parecía al sufrimiento de mi gente compatriota de Polonia, bajo la mano dura de los invasores, durante los tiempos difíciles del cambio.

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