Lescun y la montaña que ha podido conmigo

2018-10-08

Kate The Traveller

Mientras estaba de vacaciones en el Pirineo francés, encontré el pueblo de Lescun por pura casualidad. Navegando por Internet en busca de lugares interesantes cerca del sitio donde estuve, lo primero que me sorprendió, fue que un pueblo tan hermoso no se publicitara en ninguna de las fuentes que conozco. El hecho de que la información era escasa y que algunas fotografías, repetitivas del panorama de Le Cirque de Lescun, asombraban por su exotismo, solo aumentó mi interés. Decidí ir allí de inmediato y verlo con mis propios ojos.

Dejando la carretera principal, giré hacia la pequeña carretera de montaña hacia Lescun, y me horroricé. El camino era angosto e increíblemente empinado, lleno de curvas dispuestas a modo de serpentina, aunque mantenido en perfecto estado. La vista que se mostró a mis ojos, recompensó los últimos 10 minutos en subida, con el corazón en la garganta.

Subía con el coche cada vez más alto, hasta que llegué a los primeros edificios. Allí lo dejé en una de las estrechas calles, con un grado de inclinación de al menos 30%. Como sucede en cada pequeña y grande ciudad francesa, caminando llegue a la plaza central al estilo francés, con la cafetería principal del pueblo. Tomé café y empecé a preguntar a los locales que hay en la zona y que recomiendan para un corto reconocimiento. Resulta que las posibilidades son infinitas. Me di cuenta de que bien podría haber venido aquí durante toda una semana, y todavía habría muchas propuestas tentadoras para realizar al marcharme. Me decidí por un “simpático’’ paseo, que discurría a lo largo del sendero Belvedere, que conducía a una «colina» cercana, con un mirador sobre todo el panorama de las montañas de alrededor.

Las vistas fueron realmente geniales. Después de parar un momento en la cabaña de madera Le Kiosque, que es el momento de contemplación del panorama, comencé una dura escalada cuesta arriba. El día era muy cálido, en pleno agosto, por lo que molestaba especialmente el calor. Después de una hora de subir una enorme pendiente y beber dos botellas de agua de dos litros, con las rodillas temblorosas, decidí regresar. La cumbre de la pequeña colina, en comparación con los picos cercanos, permanecía en algún lugar muy por encima de mi cabeza.

Le Cirque de Lescun, conocido como los Dolomitas de los Pirineos, es una colección de montañas rocosas de piedra caliza, con forma de media luna, esculpidas por la erosión de los glaciares hace muchos años. Sus picos más altos son La Table De Trois Rois, Le Pic d’Anie y Aguilles d’Ansbére, todos a unos 2 500 metros sobre el nivel del mar.

Uno de los momentos más estresantes de las vacaciones en Francia es encontrar el momento adecuado para comer en los restaurantes locales. El almuerzo se sirve, dependiendo del lugar, entre 12:15 a alrededor de las 13:45. Si un posible cliente ha entendido bien la costumbre típica francesa, con respecto a las horas de apertura de un restaurante, existe la posibilidad de que disfrute de una gran comida. La aparición demasiado temprana, sin reserva, está asociada a la exposición a un comentario desagradable, que conllevará tener que esperar mucho para obtener una mesa. Cuando finalmente aparece la mesa, el cliente tiene la impresión de que se le ha otorgado un privilegio digno de un VIP. Aparecer demasiado tarde, por ejemplo, a las 13:30, puede suponer la amenaza de permanecer hambriento, porque el cocinero ya ha cerrado la cocina y ya ni piensa de trabajar más. ¡Esta vez lo logré!
Después de terminar la comida, todavía estaba caminando por el pueblo, disfrutando de la vista de Le Cirque de Lescun a sus pies.